Mis sesiones con Eva
Yo vengo
porque me ha mandado ella, y por la niña, claro. Pero sobre todo porque me ha
mandado ella, me ha dado un ultimátum. Es que en el fondo soy un pringao.
Un gilipollas, eso es lo que soy, un gilipollas.
Si pudiera
usted darme algo, señorita, me receta unas pastillas que me tranquilicen, que
me hagan volver en mí, cuando me pongo así, señorita, yo es que no sé lo que me
pasa, luego me arrepiento, ¿sabe usted? y lo paso muy mal.
Que no la llame señorita, me dice, que la llame Eva. Me
sabe raro. Si no nos conocemos…Claro, que a ochenta euros la sesión, puedo
llamarla Eva o lo que me plazca, ¿no? Joder, ya podíamos usar el dinero para
otra cosa, ¿no? Para pintar el coche, por ejemplo, que la muy torpe me lo tiene
lleno de rayones.
El manejo
de la ira, exacto. Sí, para eso vengo.
Me dice que un bote de pastillas, no, que eso no aborda
la raíz del problema, que eso aplaca los síntomas, pero no localiza la causa, y
que el problema persiste. ¡Si es eso lo que quiero, aplacar los síntomas! Pero
no la veo yo por la labor de darme el bote de pastillas, ¿eh? Claro, es mejor
alargar la cosa y así se mete más perras en el bolsillo, la muy jodía.
Es la
bebida, Eva, es la bebida. Lo tengo comprobado. Me tomo unas cervezas en el bar
de abajo, a veces, no todos los días, me lían los colegas, y luego llego a casa
y lo veo todo como nublado, ¿sabes? ¡Me da un coraje! Las veo allí tan panchas
a las dos, la madre y la hija, viendo su tele, como reinas, mientras yo me
muelo a trabajar en esa fábrica de mierda, joder, y no hay derecho.
Y luego me
pone la cara de susto, y me entra yo no sé qué por dentro. Esa cara me puede,
yo creo que la pone para provocarme, te lo juro, Eva, ella sabe que no aguanto
cuando me pone la cara de víctima, y se echa para atrás, como si la fuera a
pegar, y lo hace para provocarme, es su venganza.
Que sí,
que sí, que le he levantado la mano alguna vez, pero que nunca le he puesto un
dedo encima. Nunca. Pero ¿tú de qué parte
estás? Yo soy tu paciente, ¿no?, yo soy el que te paga los ochenta euritos la
hora, ¿no?
Me dices que hay que tomar conciencia de lo que se
siente, que ponga la atención en dónde se localiza la rabia en el cuerpo, antes
de que estalle. Que la siguiente vez, me pare antes e intente visualizar la ira
en el pecho, en el corazón, en el estómago.
Joder,
¿¡cómo no me voy a tomar unas cervezas con los amigos?! Todo el día trabajando
como un puto negro en esa fábrica y ¿no me voy a poder tomar unas cervezas,
echar unas risas?
Yo creo
que se está tirando a otro, fíjate lo que te digo, Eva. Sí, no sé, a alguien, a
algún padre del cole de la niña. Ayer tenía una reunión en el cole, y salió
hecha un pimpollo, fíjate lo que te digo, y una no se arregla tanto para ir a
una reunión del cole. Y estuvo una hora, una hora pintándose, y peinándose.
Y luego
tardó en volver, me puse negro. Intenté hacer eso qué me dijiste, sí, yo notaba
un calor en el pecho, y luego en el estómago. No sé, también me entró como
diarrea, pero yo no sé si eso era la rabia, y me puse más furioso, digo, la muy
puta la que me está liando.
Me dices que pare. Que respire. Que tome conciencia del
lenguaje que utilizo. Yo no veo muchos progresos, ¿eh?, Eva. Me dices que es
pronto, que sólo llevamos tres sesiones, pero yo no lo veo, no lo veo.
Ayer la
empujé y, no sé, esta mañana me sentía mal. No la hice daño, ¿eh? Ni siquiera
se cayó al suelo, pero me siento mal, me siento mal, es que sólo de imaginarla
con otro, me pongo malo.
Me dices que es mi propio pensamiento, ese imaginarla con
otro, lo que me está causando la ira. Lo que piensas es lo que sientes,
recuerda eso, Arturo, me dices, pero no sé, Eva, no sé, ¿y si se está tirando a
otro y yo aquí como un gilipollas haciendo terapia para que la señora esté
contenta? Vamos, que se lo cuento a mis colegas, y se descojonan de mí.
Estás buena, Eva, ¿eh? Ahora que me fijo. Entro aquí, y
te veo ahí sentada, con tus piernas cruzadas, y tus tacones, y los labios
pintados, y el pelo suelto, y me dan unas ganas de… Si mi mujer se arreglara un
poquito, así como tú, otro gallo nos cantara, todo el día en bata, o en pijama,
con los rulos, no hace ni el menor esfuerzo por gustarme. Y te lo repito, se
está tirando a otro, porque si yo no me estoy comiendo las habichuelas, alguien
se las estará comiendo, ¿no?
Ella nunca
quiere. Ayer la tuve que obligar un poco. No me malinterpretes, ¿eh? Que no la
forcé, es que siempre dice que no, y ayer insistí, porque si no, acabaré
yéndome de putas, y luego el malo seré yo, ¿no? Pero es que uno tiene sus
necesidades, ¿sabes, Eva? Y ahora
se me ocurre que estaría bien si esto fuera una casa de putas y viniera aquí a
follarte, por 80 euritos. Otro gallo nos cantara, seguro que así manejaría
mejor la ira, ¿no crees? Se me está poniendo dura sólo de pensarlo.
Ay, Eva,
ay. Que he cruzado una línea. Dime que hay marcha atrás, Eva, por dios, que yo
no quiero ser así, yo quiero ser el que ella conoció, el que tenía 20 años y
estaba loco por ella. Es que entró en la ducha, mira que se lo tengo dicho, que
no entre, coño, que yo también necesito mis momentos de intimidad, y entró, es
que no respeta nada la muy…
Me dices que estoy haciendo progresos porque me he parado
y no la he llamado puta. Eso es tomar conciencia, y tomar conciencia es el
primer paso para el cambio.
Y es que yo quiero cambiar, Eva, te lo juro que yo quiero
cambiar. Así no se puede vivir. Entre gritos y ella todo el día llorando
bajito, que me pone de los nervios, por las esquinas, como una desgraciada, si
le he dado todo, si trabajo como un esclavo para que ella viva como una reina.
Ay, sí,
Eva, entró y tropezó, como es tan torpe, que parece que lo hace adrede, y pisó
la cortina de la ducha, y se cayó hasta la barra, y me puse, me puse loco. Y
ella se cubría con los brazos, y eso me ponía más loco todavía. No la hice
daño, ¿eh?, que conste que no la hice
daño, pero me puse loco, porque luego encima llegó la niña, y lloraba, y
gritaba papá, para, papá, y eso me puso más loco todavía, que una mocosa de 11
años me diga a mí lo que tengo que hacer.
No, a
ella, no, Eva, por dios, a la niña no la toqué.
A mí no me
va el rollo este de los teatrillos, Eva, que no, que no me levanto y te
reproduzco la escena, que me siento ridículo. Dame algo, Eva, por dios, algo
que me quite esta desazón, este sentimiento de culpa que tengo. Hoy le he
mandado flores y he estado todo el día pendiente del whassup, pero nada, no me
ha dicho ni gracias. ¡Y es la primera vez que le mando flores, ¿eh?! Un ramo
precioso, grande, he ido yo mismo a elegirlo en el descanso, hasta el desayuno
me he perdido, y le he mandado una tarjeta que ponía que lo siento. Lo siento, no volverá a pasar. Eva, no puede
volver a pasar, ¿eh? Tú verás lo que hacemos, pero esto no puede volver a
pasar.
Me dices que el cambio está en mí, que soy yo el que
tiene que tomar las riendas, ya lo sé, joder, pero para algo te estoy pagando
ochenta euros la hora, ¿no? Haz algo tú, joder, ya te vale.
Eva, Eva,
¿por qué has tardado tanto en cogerlo, ¡joder!? ¡La he matado, Eva, la he
matado! Yo no quería, Eva, se me ha ido de las manos, pero ella gritaba, me
estaba provocando, Eva. Eva, Eva, ¿no dices nada? ¿Estás ahí, joder? Eva, voy a
por ti, Eva, voy a por ti, esto es culpa tuya, Eva.
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