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El tiempo de la espera

El tiempo de la espera es el más largo. Luego las cosas llegan, pasan y se olvidan con la fugacidad propia de la vida. Pero el tiempo de la espera no se olvida. Allí se había instalado Julia indefinidamente, con su abrigo bien doblado bajo el brazo en aquella mañana de invierno que bien habría podido hacerse pasar por primavera. Quitaba distraídamente las pelusas de las mangas como si aún fuera capaz de verlas sin sus gafas de cerca, sentada de lado en el banco que tiempo después habría de llevar su nombre. El banco de Julia. - Mamá, ¿qué haces aquí? - Esperando a tu padre, hija. ¿Qué voy a hacer? Esperaba como cada mañana. Luego al mediodía Marta lograría arrastrarla a regañadientes hasta casa con la promesa de un café caliente y unos churros. Marta había dejado hacía tiempo de corregirla, de puntuar sus desvaríos: ¡Que ese cabrón no va a venir, madre! Hubo un tiempo en el que se revolvía contra la historia teñida por la vejez absurda de su madre: ¡Que está entre rejas, madre! ¿O ya n

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